Autora: Pepa Campos
Conectándonos con la esencia de lo que realmente somos, todo lo que nos rodea y nos preocupa cae como si fueran las hojas caducas de un árbol. En esencia somos energía del universo que se ha encarnado para aprender a ver todas las posibilidades de creación de que somos capaces. Es como si la vida fuera un juego infinito de posibilidades y nosotros queremos experimentar todas las posibilidades que existen dentro de ella.
Cuando nos identificamos con algo o alguien, o cuando nos quedamos pegados a algo o a alguien, nos convertimos en esclavos de ese algo o alguien y perdemos nuestra libertad de fluir con la vida y los acontecimientos y empieza nuestro sufrimiento. Es el apego el que nos trae el sufrimiento y el que nos estanca en el fluir de la vida.
Se podría decir que el sufrimiento empieza cuando queremos retener algo o a alguien que quiere marcharse, que quiere transformarse, que quiere seguir el ritmo de la vida y de los acontecimientos.
La vida es constante cambio y transformación, es un ritmo incesante, como el latido del corazón, y cuando nosotros queremos hacer algo diferente a lo que es la esencia de la vida, vienen el dolor y el sufrimiento.
Caminemos con ella a su ritmo acompasado, como si bailáramos un vals, donde la pareja no son dos; sino una unidad de sincronía, armonía, encanto y admiración mutua en el despliegue de sus posibilidades infinitas.
Cuando yo vivo la vida con presencia, consciencia y responsabilidad, los tres pilares básicos de la Gestalt, yo disfruto con el fluir de la vida y me dejo modelar por los acontecimientos, los sucesos, las ideas, las conversaciones, las presencias y las ausencias, etc.; y disfruto, aprendo, me sorprendo y admiro lo que va sucediendo a mi alrededor, y me duelo si algo me produce dolor; pero no me agarro al dolor, porque esto generaría sufrimiento. Sabemos que el dolor se pasa, eso es lo normal y tenemos que dejar que se vaya; pero si lo agarramos para que no se vaya se transforma en sufrimiento y eso es patológico.
Volviendo a la presencia, otro de los pilares básicos de la Gestalt. Hay al menos dos modos de estar presentes:
- Siendo consciente de lo que pasa tanto a nivel interno, de mis sensaciones corporales, sentimientos, pensamientos, etc., como a nivel externo, de lo que está sucediendo a mi alrededor, tanto de las personas como de las cosas.
- Estoy presente como un testigo de lo que sucede, y al estar presente como testigo me desapego de lo que pasa, veo lo que pasa, siento lo que pasa; pero no estoy identificada, estoy separada, como el espectador de un espectáculo que da cuenta de los acontecimientos, sentimientos, sensaciones y pensamientos si los hubiere. Y ahí, si atiendo a mis pensamientos me separo de la experiencia, si presto atención a mis pensamientos dejo de vivir el momento y así me voy perdiendo la vida. Si soy testigo de mí misma, soy como un espectador que es consciente de su propia consciencia; esto es un metaconocimiento; es decir, un conocimiento que es consciente de lo que va sucediendo en cada momento y de las propias reacciones a lo acontecido, y que no se identifica con nada, simplemente atestigua lo que va sucediendo y esto da una sensación muy grande de libertad y de espacio interno. Es maravilloso.
Cuando yo estoy presente en mi vida, como testigo de lo que sucede, significa que yo vivo lo que me sucede a mí como testigo y lo que sucede a mi alrededor con total presencia. Mi mente está ahí, mi cuerpo está ahí, mis sentimientos están ahí y mi espiritualidad está ahí; pero no me identifico con nada. Yo soy testigo de mí mismo con total presencia. No hay nada que me distraiga de lo que sucede, nada. No existe más que el testigo de mí mismo, que atestigua lo que yo estoy haciendo o diciendo o escuchando o viendo y la persona o personas con las que me estoy relacionando en ese momento, etc.
Cuando yo soy consciente de mí mismo y de lo que me rodea y de las personas que están conmigo, no voy a pedir algo imposible que no se puede dar con esas personas y con esas circunstancias; sino que me voy a dar cuenta de lo que puede darse o no y me voy a dejar sorprender por lo que suceda.
Cuando yo soy responsable de mí mismo, significa que puedo responder de lo que me sucede, de mis opiniones, de mis actos, etc. Y hacer esto supone que soy una persona adulta, porque sólo un adulto puede responder de sus actos. Responder significa que la persona se hace cargo de ellos y que se hace cargo de sí misma y asume las consecuencias de hacerse cargo de ellos y de sí misma.
Podemos dejarnos experimentar, soltar todo lo que nos produce sufrimiento, carga, incomodidad, desasosiego, molestia, etc., y ver qué pasa. Por la física sabemos que la energía ni se crea, ni se destruye, sólo se transforma. Nosotros somos energía; por lo tanto, no morimos, sólo nos transformamos.
Si esta aseveración la tomamos tal cual, mucho sufrimiento desaparecería y muchas confrontaciones las dejaríamos caer; ya que todos somos lo mismo, la misma energía; entonces, ¿para qué me voy a pelear conmigo mismo?
Si yo y la otra persona que tengo enfrente somos la misma energía, pero con aspectos diferentes, ¿para qué voy a maltratar a la otra persona que soy yo mismo, envidiándola, juzgándola, criticándola, discutiendo con ella y creando malestar, etc.? Mejor cuidarla, respetarla, amarla como lo hago conmigo mismo.
¿Qué produce sufrimiento al ser humano? Perder o no haber tenido nunca algo o a alguien que quiero; es decir, desear algo que no tengo. Si el deseo lo utilizo como motor para mi crecimiento y desarrollo, posibilitando el despliegue de todas mis potencialidades y talentos, entonces se transforma en un aliado mío y no en un lastre que me estanca. Por ejemplo, cuando mi deseo se dirige hacia mí mismo, para saber de qué soy yo capaz, cuánto de mí se puede desarrollar para transformarme en la persona que realmente soy y así desplegar todas mis potencialidades innatas que traigo como “dones”.
Seamos como niños que no tienen expectativas y que disfrutan de las cosas según van apareciendo en su campo visual y de acción y que una vez que exploran todas las posibilidades de aprendizaje del objeto con el que interactúan, lo abandonan para prepararse para la siguiente experimentación.
Los niños necesitan desarrollar el apego con sus figuras parentales, porque estas figuras van a sustituir el apoyo que ellos sentían en el vientre de su madre a través del contacto con la placenta, lo sustituyen por el contacto corporal en los brazos parentales, y de esta forma se sienten contenidos y protegidos y así van desarrollando la “confianza básica”.
La “confianza básica” consiste en creer que el mundo es potencialmente y esencialmente bueno, que puedo estar seguro en él y esto hace que me relaje y que pueda estar relativa o realmente tranquilo para dedicarme a mis tareas de vida.
Y seamos adultos para comprender que cuando algo desaparece de nuestro entorno, significa que eso es lo que tenía que suceder y preguntémonos que es lo que tenemos que aprender con esta desaparición y abrámonos a todo lo que la vida nos ofrece a cada instante. Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Este es un gran aprendizaje que tenemos que hacer todos los humanos.
En cada instante de la vida algo se cierra y algo se abre; es decir, algo desaparece y algo aparece, algo se muere y algo nace y creo que nuestro gran aprendizaje consiste en no apegarnos a nada; sino vivir intensamente y en toda su plenitud cada instante que viene a nosotros, paladearlo y dejar ir cada instante vivido o cada instante que se va.
¿Por qué quiero yo retener a una persona determinada en mi vida?
- Porque me siento seguro y protegido con ella. Esto me indica que quizás yo tenga una carencia en mi desarrollo como ser adulto y tenga que desarrollar la confianza en mí mismo y la capacidad de autocuidado.
- Porque disfruto con ella compartiendo su belleza, su desarrollo, viendo como despliega sus talentos, posibilidades, encantos, etc. Quizás tenga que agradecer a esta persona que me ha ayudado a desarrollar esta capacidad de observación y disfrute.
- Porque aprendo con ella cosas maravillosas. Como si, por ejemplo, se trata de una relación de pareja, la sensibilidad para saber cuándo abordar a esa persona y cuándo dejar pasar el momento por no ser el adecuado. También el aprendizaje de nuevos caminos de relación, hasta el momento, no explorados, etc.
- Porque me siento muy querida por ella. Lo que yo aprendo, experimento y siento en cada relación es mío, es mi tesoro, nadie me lo puede arrebatar. Corresponde al arsenal de mis pertenencias internas a las que sólo yo tengo acceso.
- Quizás todavía no haya adquirido o aceptado el aprendizaje de que todo en esta vida es efímero; y por eso sigo empeñándome en que las cosas y las personas permanezcan a mi lado.
- Etc.
Cada vez que nos reencarnamos, yo creo que nos reencarnamos una y otra vez, no como Pepa, sino como la energía del universo que tiene que seguir aprendiendo, lo hacemos para aprender cosas nuevas, para tratar de solucionar relaciones que no pudimos solventar la vez anterior.
Somos animales de costumbres. El ser humano tiende a repetir una y otra vez lo mismo, aunque no hayamos encontrado la solución deseada o, precisamente, porque no hemos encontrado la solución deseada. A veces estamos con una pareja que no nos respeta e intentamos una y otra vez conseguir el respeto y nos desgastamos intentándolo, cuando lo mejor sería irse. Los viejos hábitos se repiten una y otra vez, aunque nos hagan daño. A veces, tardamos mucho tiempo en cambiar, aunque exagerando mucho, nos cueste la vida.
¿Cómo abrirnos a la vida con total aceptación?
- Recordándonos que lo que sucede en cada instante es lo que tiene que suceder.
- Diciendo sí internamente y/o externamente a lo que sucede si es lo que necesitamos. Aunque eso que sucede no cumpla mis expectativas.
- Sonriendo al nuevo aprendizaje que vamos a hacer con esa experiencia.
- Apoyándonos y abrazándonos internamente y externamente con la imaginación mientras sucede la experiencia.
- Acompañándonos en todo momento.
- Recordándonos que no estamos solos, sino que nosotros nos acompañamos a nosotros mismos y siempre estamos acompañados por la energía de la creación.
- Siendo cariñosos y pacientes con nosotros en el recordatorio de que lo que es, es.
- Etc.
Muchas veces me he pillado queriendo que mi marido opinase lo mismo que yo o viera lo que yo estoy viendo, que yo creo que es lo objetivo, y enfadándome porque no se da lo que yo quiero. Hasta que llega un momento que comprendo que él no quiere o no puede ver algo que le duele y dejo caer todo, también reconociendo que en mi empeño porque vea las cosas como yo, también está mi enfermedad y mi dolor por la soledad sufrida a lo largo de mi vida y por la locura del empeño de algunas personas de mi entorno, de querer hacer lo blanco, negro.
También pasa en las familias, que cuando un miembro hace algo doloroso a otro, por ejemplo, abuso sexual, robo, algún tipo de agresión, etc., la familia tiende a querer tapar lo ocurrido, porque es muy doloroso para ella tomar partido; algo se rompe internamente cuando tengo que tomar partido y, así, a la víctima se la agrede doblemente, primero por el hecho ocurrido y luego por la negación de lo acontecido.
¿Qué solución hay para todo esto?
Por el trabajo gestáltico y por las constelaciones familiares sabemos que hay que reconocer el daño que ha sufrido la víctima y dejar la responsabilidad de los hechos con el perpetrador. La reconciliación víctima-perpetrador se dará con el tiempo, muchas veces a nivel de almas. Cuando ya no hay afán de nada y hay aceptación de lo sucedido. Quizás el perpetrador tuvo que aprender a respetar al otro a través de sufrir en sus propias carnes las consecuencias de los hechos infligidos y al conectarse con su propio dolor, puede comprender el dolor que causó a su víctima; y ahí viene el arrepentimiento, el querer restaurar el daño producido y la necesidad de reconciliación.
Cuando todo esto se produce, empieza a fluir el amor, ese del que todos venimos y al que todos volvemos.
Se podría entender que en el proceso de maduración del ser humano, éste no es muy consciente de los actos que comete, que en ese “no ser consciente”, comete muchas atrocidades y que con el tiempo y con lo vivido y experimentado, va madurando hasta convertirse en un ser consciente de que todo lo que le hace al otro, se lo hace a sí mismo y así transformarse en la persona madura que todos vamos a llegar a ser. Y mientras tanto, recorrer el camino de la vida con sus polaridades, sus luces y sus sombras, sus errores y aciertos, sus claros y oscuros, etc. Se podría asemejar esta inmadurez con la inmadurez del periodo adolescente, que todos hemos atravesado y todos somos conscientes de las “tonterías o barbaridades” que hemos hecho en este periodo y que, volviendo la vista atrás, decimos:”¡Qué barbaridad!”.
Se supone que cuando ya estemos maduros, no vamos a elegir, vamos a tomar la vida tal como nos llega y nos vamos a dejar vivir por ella, con total entrega. Supongo que en eso consiste la vida.
Yo creo que la vida consiste entre otras cosas, en que aprendamos que vivimos en el mundo de la polaridad y que ambas partes de la polaridad constituyen la unidad, como las dos caras de una moneda, que ambas partes son inseparables y que vivir una intensamente nos acerca a la otra de manera inexorable.
Cuando comprendamos con total conocimiento que ambas partes son inseparables, seremos mucho más comprensivos y compasivos con nosotros mismos y con los demás, con nuestros errores y equivocaciones y con los errores y equivocaciones de los demás.
Cuando yo me coloco delante de alguien que me está faltando al respeto con sus palabras y soy consciente del nivel de desarrollo espiritual de la otra persona y de que a nivel de almas todos estamos profundamente conectados por un amor infinito, me relajo y trato de explicarle, con mucho amor, lo que está haciendo o simplemente dejo caer sus palabras sin que me toquen.
Vivir es entregarte a la vida y dejar que la vida te moldee con sus manos y abrirte a aprender el potencial de aprendizaje que trae cada experiencia y dejarte cincelar por la vivencia de la experiencia; y mientras tanto, paladeas, disfrutas y te dueles cuando las circunstancias así lo disponen en el proceso de vivir.
Si yo no soy nada ni nadie, sino me identifico con nada, nada me puede dañar y, en cambio, puedo disfrutar de todos los manjares de la vida y sentir los pinchazos de las espinas, sabiendo que todo pasará.