Cuando somos concebidos estamos fusionados con nuestra madre durante todo el proceso de gestación y en los ocho primeros meses después de nuestro nacimiento. Durante ese tiempo sentimos que ella y nosotros somos lo mismo. A medida que vamos creciendo vamos diferenciándonos de ella, separándonos de ella; pero el amor que sentimos por ella es muy grande, porque ella ha sido nuestro sustento, nuestro apoyo, nuestro consuelo, en definitiva de donde hemos surgido carnalmente. Por eso es tan difícil deshacer los introyectos que tenemos con ella durante los primeros años de vida, porque crecíamos al mismo tiempo que ingeríamos todo lo que ella nos daba a nivel físico y también a nivel psíquico. Después de la unión primordial con la madre, viene la unión con el padre. A veces un niño/a es capaz de dar la vida por sus padres, si siente que eso es lo que ellos le piden inconscientemente o lo que necesitan. .Espiritualmente surgimos del universo, somos energía divina encarnada sin saberlo. Por todo el proceso de crecimiento, aprendizaje y frustración vamos diferenciándonos; pero el amor que tenemos hacia nuestra madre es muy grande y al mismo tiempo necesitamos sentirnos muy queridos. Por eso es por lo que nos volvemos radares, para poder detectar qué es lo que se valora en nuestro hogar, en el ambiente donde nos desarrollamos.
Queremos a nuestra madre y a nuestro padre y ellos a su vez admiran a otras personas o a valores determinados, y nosotros queremos que nuestros padres nos admiren igual que admiran a esas personas o a esos valores determinados, queremos ser lo máximo para él o para ella; porque así nos sentimos tan queridos y admirados por ellos como ellos admiran y valoran lo que quieren. ¿Y qué sucede con todo esto? Pues que llegada la adolescencia, cuando puja en nosotros la necesidad de separarnos de nuestros padres, si éstos no son lo suficientemente maduros como para apoyarnos en esto, empiezan los conflictos, entre mis necesidades y las de mis padres. Por ejemplo, mi madre quiere que yo me adapte a las normas que ella ha impuesto en su casa y yo quiero mayor libertad y mayor intimidad: si hasta este momento yo he compartido habitación con uno de mis hermanos, ahora quiero una habitación sólo para mí porque necesito intimidad conmigo mismo/a y diferenciación. Yo soy el grande de la familia ahora, o yo soy diferente al otro y además necesito libertad para dejar las cosas como yo quiero y no tan recogidas como quiere mi madre, y necesito mayor libertad de entrar y salir, necesito ir haciendo mi vida, como el adulto incipiente que se está desarrollando en mí. ¿Pero qué sucede entonces? Pues que a mi madre le cuesta soltarme, se ha acostumbrado a que ella era la que decidía y yo obedecía y ahora yo no quiero obedecer, soy un adulto incipiente y quiero tener el derecho de discrepar de ella; pero esto a ella la pone “de los nervios” y no me deja que vaya poniendo en práctica mi naciente independencia. Entonces ¿qué se produce dentro del adolescente? se produce una escisión, una ruptura: por un lado está su deseo de ser independiente, de discrepar de su madre, y por otro lado todo el amor que le tiene a ella. Así que vive dentro de sí un desgarro: “si oigo lo que yo necesito y lo actúo no tengo la aprobación de mi madre, si acato lo que quiere mi madre, no me oigo a mí mismo, me anulo, me mato, me ignoro”. Y ahí se produce un gran malestar interno que en casos extremos puede llegar a la disociación.
¿Qué sucede con el padre?. El padre quiere que su hijo siga sus pasos, quiere verse reforzado a sí mismo en su hijo y dice que le da libertad para que estudie o haga lo que quiera; pero en realidad lo que alaba en casa es su profesión la química por ejemplo y también su opción profesional, ser empresario independiente y no ser funcionario por ejemplo. Entonces ¿qué le ocurre al adolescente? Pues que ni siquiera puede escuchar cuales son sus gustos profesionales; porque todo el ambiente de casa está impregnado por la alabanza a la química y a ser empresario independiente y a él ni le gusta la química, y al mismo tiempo le da mucho miedo tomar toda la responsabilidad de ser independiente. Porque la responsabilidad tiene que estar asentada en uno mismo y en lo que nace de uno mismo, cuando resulta que uno no puede fiarse de lo que nace de uno mismo porque nadie lo ha apoyado a que se fíe de eso sino todo lo contrario, que lo han censurado directamente o indirectamente a través de lo que flotaba en el ambiente. Aquí de nuevo el adolescente sufre un conflicto: “lo que me sale no vale y lo que hay fuera no me gusta, entonces ¿qué hago?, ahí me quedo en tierra de nadie” y ahí puede haber en casos extremos una disociación.
¿Cómo se comportarían unos padres maduros con un adolescente? ¿Qué necesitan un niño o un adolescente para crecer psicológicamente sano? Ser escuchado, visto, valorado, apoyado, respetado y amado. Vamos a ir viendo cada uno de estos puntos.
Ser escuchado significa que lo que yo digo tiene un efecto en el medio, aunque sea muy, muy pequeño, lo cual me hace sentir que no soy un fantasma, que existo; me da pruebas de mi existencia, y el efecto puede ser incluso que su madre y su padre le digan que no están de acuerdo con él, por esto y lo otro y que ven que eso que plantea no va a ser bueno pare él por esto y lo otro, y además sería bueno dejar una puerta abierta que sería como decirle: “me gustaría que siguiéramos hablando sobre el tema las veces que sea necesario”. Actitud de apertura hacia lo que dice su hijo. Esto le da al hijo la certeza de que sus padres le quieren, lo mismo que en el cuento del Principito. cuando el principito llega a la Tierra y se encuentra con un campo sembrado lleno de rosas se dice a sí mismo “lo que diferencia a mi rosa de estos cientos y miles de rosas es el tiempo que yo le he dedicado a ella”. “Cuando yo soy escuchada/o por mis padres y/o profesores o personas que se encargan de mí, yo aprendo a escucharme a mí mismo. Aprendo a dejar un espacio para mis sentimientos. Por ejemplo si estoy triste, me digo a mí mismo, “el sentimiento que tengo es tristeza” y con esta tristeza ¿qué necesito? . Y a lo mejor me doy cuenta de que necesito llorar un rato, o necesito quedarme a solas conmigo mismo/a, y cuando hago esto construyo suelo debajo de mis pies”.
Ser visto significa que tú sabes como yo soy, lo que me gusta, y alguna vez me sorprendes con lo que me gusta y valoras los cambios que hago en mi imagen.
Ser valorado significa que en mi desenvolvimiento en la vida se aprecia mi esfuerzo, mi trabajo, mi interés, mi cuidado, mi entrega, mi motivación, mi superación, etc.
Ser apoyado significa sentir que hay alguien que está detrás de mí y en quien puedo recostarme cuando lo necesito y que me da ánimos cuando flaqueo.
Ser respetado significa que se me escucha y no se desvaloriza, ni ridiculiza lo que digo y que si yo me decanto por algo o elijo algo se tiene en cuenta mi elección o decantación.
Ser amado significa que haga lo que haga, tú no me vas a dejar de querer y que vas a intentar comprender por qué yo he actuado de esa manera, y vamos a hablar sobre mi comportamiento.
Todo esto significa que yo te intereso a ti, y que tú me interesas a mí.
Si dos personas que tienen puntos de vista diferentes no pueden sentarse a hablar sobre ello significa que uno de ellos o los dos tienen cosas sin resolver que están impidiendo que se escuchen mutuamente.
Quizás la madre cuando se enfada con el hijo y no le escucha, no quiere replantearse su manera de actuar, porque escuchar a su hijo y sus razones, supone en alguna medida poner en cuestión si su funcionamiento es adecuado o no y es más cómodo para ella el no mover nada. En las dictaduras, se hace lo que dice el dictador y se acabó.
Quizás el padre cuando se parapeta detrás de “esto es lo que hay”, se está defendiendo de la molestia que le produce sentir que su hijo no está de acuerdo con algo que él quiere, sentir que su hijo no es un apéndice de él, ni una prolongación; si no que es una persona independiente, totalmente independiente a él, y lo que su hijo/a necesita para estar bien consigo mismo/a es recibir la bendición de sus padres. Algo así como que nuestro padre y nuestra madre nos diga: “ hijo/a mio/a yo te bendigo para que tú hagas la vida que quieras hacer, sea la que sea. Siempre estaré a tu lado apoyándote”.
Quizás entre dos adultos cuando hay una falta de entendimiento, hay un asegurar cada uno su conservación, hay mucho miedo a abrirse al otro y ponerse vulnerable al otro; porque el otro pudiera hacerle daño.